El informe “De la Croissance a l’Acroissance?” (¿Del crecimiento al decrecimiento? En busca de un modelo económico respetuoso con el medioambiente y con el hombre), de la autora y periodista medioambiental belga Anne Thibaut, pretende suscitar la reflexión entre los ciudadanos además de proponer una serie de soluciones para huir del atolladero al que se dirige un mundo arrastrado por el modelo económico dominante.
Publicado por la plataforma belga para la defensa del medioambiente “Inter-Environnement Wallonie”, el informe “De la Croissance a l’Acroissance?” analiza en profundidad los retos a los que se enfrenta el ciudadano en la actualidad, centrándose en los aspectos económicos en relación con las necesidades ecológicas del planeta. En una primera parte se analizan los cambios necesarios en el modelo económico para hacerlo compatible con la conservación del planeta y reducir las desigualdades sociales. En la segunda parte se analizan las iniciativas de cambio que ya están en marcha tales como las Ciudades en Transición, el Movimiento Slow, las Ecoaldeas, las Cooperativas de consumo, los movimientos sociales de voluntariado y toda una serie de acciones y organizaciones cuyo objetivo es mostrar que el cambio de sistema es posible. A continuación publicamos un extracto del capítulo 6 de la primera parte, titulado “Reducción de la jornada laboral y un subsidio universal”, que trata sobre la reducción de las desigualdades sociales

La reducción sistemática de la jornada laboral requeriría una modificación del concepto de trabajo tal y como lo entendemos actualmente. El trabajo no debe ser sinónimo de rentabilidad económica. Los aspectos humanos, sociales y ecológicos de las actividades humanas también deben tenerse en cuenta. Además, aparte del trabajo asalariado, existen otros tipos de trabajo, tales como el trabajo doméstico (jardinería, tareas domésticas, etc., los cuidados (ocuparse de los niños, de los padres ancianos o enfermos…) y el trabajo de voluntariado. En la economía actual, estas formas de trabajo, aunque consideradas como esenciales para la mayoría, siguen sin valorarse de la forma que debieran y no cuentan para el cálculo de índices como el P.I.B. Además, paralelamente a esas formas de trabajo “alternativas”, hay todo un conjunto de actividades a las que podríamos dedicar el tiempo que nos quedaría libre: trabajar menos y dedicar más tiempo a las necesidades espirituales, a las relaciones humanas, familiares, sociales, eróticas, culturales o simplemente a mirar las nubes, la “maravillosas nubes” como decía el extranjero de Baudelaire. Este concepto de trabajo diversificado se puede implementar reduciendo la jornada laboral e introduciendo una mayor flexibilidad. Esta reducción permitiría a los trabajadores disponer de más tiempo, reducir la frecuencia de las enfermedades profesionales relacionadas con el estrés y mejorar el equilibrio familia-trabajo. El presupuesto del Estado se vería aligerado gracias a las transferencias de ciertas tareas como los servicios educativos o los cuidados y tratamientos profesionales hacia otros sectores no oficiales.”
Leer informe completo (en francés) (1) Nassén J. et al., The effect of work hours on energy use. A micro-analysis of time and income effects , ECEEE 2009 SUMMER STUDY ACT! INNOVATE! DELIVER! REDUCING ENERGY DEMAND SUSTAINABLY Por otro lado, un estudio publicado el pasado mes de diciembre por el “Instituto Federal para la Seguridad y la Salud en el Trabajo” de Alemania, mostraba que «los problemas cardiovasculares y de espalda están directamente relacionados con un elevado número de horas trabajadas.» El informe, basado en una síntesis de cuatro estudios realizados en Alemania y en Europa entre más de 50.000 empleados, subraya que «las personas que trabajan a tiempo parcial sufren menos trastornos del sueño que quienes trabajan a tiempo completo. Los riesgos para la salud se agravan con los horarios flexibles y el trabajo los fines de semana. Cuando la media semanal supera las 39 horas, conciliar la vida privada con la laboral se hace muy difícil«. El estudio concluye que «cuando las autoridades definen la duración legal del tiempo de trabajo, deberían tener en cuenta los impactos sanitarios y sociales, lo que permitiría, a largo plazo, lograr enormes ahorros. Los efectos de un alargamiento de la jornada laboral se traducirían en un mayor absentismo y en un descenso de la productividad«.