La industria peletera mundial maltrata y mata a más de 50 millones de animales al año, incluidos gatos y perros domésticos. Hoy en día contamos con diversos productos equiparables en cuanto a sus cualidades de abrigo y su estética, por lo que no existe ningún motivo razonable para escoger una piel natural proveniente del sufrimiento animal en lugar de su alternativa artificial. Cada vez más diseñadores y distribuidores de moda se dan cuenta de esta evidencia y evitan trabajar con piel natural, pero este material se encuentra en muchos otros productos, tales como juguetes, llaveros…
Los animales de las granjas peleteras viven toda su vida hacinados en pequeñas jaulas. Mapaches, conejos, zorros, visones, chinchillas… en algunos lugares también gatos y perros domésticos. Razas tan valoradas como el pastor alemán o el chow chow son muy codiciadas por la industria peletera debido a la belleza de su pelaje. Cuando los animales por fin salen de las jaulas en que han estado encerrados es para ser despellejados, normalmente de forma cruel y dolorosa debido a la falta de medios para hacerlo de otra forma y para evitar dañar la piel y perjudicar su comercialización. Ciertos complementos tales como capuchas, guantes, botas y jerseys suelen estar adornados con pieles naturales provenientes de zorros, coyotes, martas, y otros animales. Las pieles de animales se pueden encontrar en otros objetos, tales como juguetes, llaveros… A menudo los productos no están debidamente etiquetados, de forma que los consumidores no son conscientes del tipo de material que están adquiriendo, ni de su origen. Esta falta de transparencia, en muchas ocasiones intencionada, y la confianza del público en las empresas supuestamente respetables hacen que muchos consumidores que normalmente evitan la compra de pieles naturales caigan en la trampa y, sin saberlo, adquieran productos provenientes del sufrimiento animal.

En ciertos países como EEUU, Italia, Alemania o Francia, en los que no está permitida la extracción de pieles de animales domésticos, las leyes son bastante permisivas respecto a la importación. En EEUU, por ejemplo, los productos que contienen pieles por un valor inferior a 150 dólares no están obligados a especificar el tipo de animal de que provienen, ni siquiera si las pieles son naturales o artificiales. Para exportar pieles extraídas de animales domésticos a otros países, como Alemania, los productores solamente tienen que etiquetarlas mediante ambiguas denominaciones. La piel de perro, de esta forma, se suele etiquetar como gae-wolf, goupee, Asian wolf, China wolf, Mongolia dog fur, Sobaki, Pommern wolf, dogue de Chine, y loup d’Asie. La piel de gato, como conejo, maopee, goyangi, katzenfelle, producto natural, chat de Chine y gatto cinesi. Debido a la falta de transparencia de los productores y comercializadores a este respecto, las diversas organizaciones de protección animal han confeccionado listas de los diseñadores y distribuidores que NO utilizan pieles naturales en sus diseños. Asimismo, la organización estadounidense The Humane Society indica en su página web cómo diferenciar una piel natural de un producto artificial (la prueba más clara es que el material natural cuenta con PIEL debajo del pelo, mientras que las pieles artificiales contienen un entramado en forma de red que sirve de base al pelo artificial).
