El poder del consumidor es algo real. Para decidir si se compra o no un producto, por insignificante que sea, se necesita información. Hay dos factores a tener en cuenta, el impacto sobre el medioambiente y el respeto social y laboral a quienes lo producen.
Es importante que los consumidores hagamos un uso prudente del poder de que disponemos. Cuando adquirimos un producto, es razonable que exijamos información sobre la proveniencia del mismo y las condiciones bajo las que fue producido. Según un estudio llevado a cabo por el programa para un cultivo sostenible STCP, del Instituto Internacional de Agricultura Tropical (IITA), en Costa de Marfil y Ghana, de donde proviene el 60% del chocolate que se vende en el mundo entero, 250.000 niños trabajan en las plantaciones bajo unas condiciones laborales de explotación.

Las grandes empresas chocolateras parecen haberse dado cuenta de la importancia de ofrecer a los consumidores un producto ético además de sabroso. Hace ya tiempo que el gigante chocolatero suizo Barry Callebaut forma parte importante del accionariado de Biolands, el mayor exportador de cacao ecológico certificado de África. El líder en ventas de chocolate británico Cadbury , por su parte, anunció hace apenas un mes la certificación de Comercio Justo de sus chocolates Dairy Milk, que vende 300 millones de barras de chocolate al año en el Reino Unido, lo que la convierte en la primera barra de chocolate de comercio justo a gran escala. Se espera que esta innovación triplique las ventas de cacao de comercio justo en Ghana, donde Cadbury adquiere los granos, lo que ayudará a decenas de miles de agricultores de la zona. Harriet Lamb, directora de la Fundación Comercio Justo (Fairtrade Foundation), afirma que con este paso “la empresa ha sentado precedente para la industria chocolatera; esto significará un nuevo impulso para que otros productores adopten la certificación de producción ética”.
Según Organic Monitor, las ventas de productos provenientes de comercio justo están experimentando un crecimiento continuado, con un aumento de 47% el año pasado, lo que indica que el consumidor quiere gastar más dinero en productos con unas credenciales éticas, a pesar de la crisis económica.