La actual sociedad de consumo, el hecho de que los ciudadanos vayan de compras simplemente por el placer de ir de compras y no para adquirir bienes o servicios necesarios para su día a día y duraderos, tiene los días contados. Este tipo de consumo está dopado por los bajos precios de los productos y la brutal competencia entre los fabricantes. Sin embargo, el constante aumento de los precios de la energía y de las materias primas necesarias para fabricar dichos productos obliga a llevar a cabo un cambio de estrategia industrial, a adoptar un modelo de fabricación que genere productos de mayor valor, más duraderos y cuyo impacto medioambiental sea el menor posible.
El acceso a una energía barata fue determinante para la expansión del consumo. Gracias a ella, a finales de los años 20, la producción de artículos de consumo pudo industrializarse y la fabricación a gran escala propició un descenso de los precios que inició el desarrollo de la actual sociedad de consumo. Los ciudadanos empezaron a consumir más por placer que por necesidad, y los fabricantes comenzaron a producir unos bienes no duraderos con el fin de mantener una demanda constante y aumentar año tras año sus beneficios.
En este contexto, en 1932, el economista norteamericano Bernard London proponía la obligatoriedad de la obsolescencia programada como solución a la crisis económica del 29. El estilo de vida de los años cincuenta sentaba las bases de la actual sociedad de consumo. Gracias a la obsolescencia programada, el mundo ha vivido un crecimiento económico increíble. Sin este tipo de consumo basado en la constante demanda, miles de puestos de trabajo desaparecerían. Sin embargo, hoy en día, la humanidad se está dando cuenta de que los recursos de la tierra no son ilimitados. Los precios de las energías fósiles y de las materias primas son consecuencia de la escasez de los mismos y de los límites que la naturaleza impone al hombre. Además, la producción y el consumo desenfrenados están llenando el mundo de una basura que ya no sabemos cómo gestionar. Ha llegado el momento de revisar nuestra forma de diseñar y producir los objetos de consumo. La industria debe abandonar unos modelos basados en la obsolescencia programada y debe colaborar con el consumidor proporcionando unos bienes y servicios más fáciles de reparar, más duraderos, y apoyando la gestión y la reutilización de aquellos residuos que sean inevitables.

Los diseñadores también están empezando a darse cuenta de la necesidad de trabajar por su cuenta, de no someterse a las exigencias de una industria avariciosa que está explotando los recursos naturales y llenando de basura el mundo. De este modo, Repair-Ware es un proyecto que pretende fomentar la reparación de los pequeños electrodomésticos. La idea, del diseñador Samuel James Davies, es diseñar un aparato sencillo, que el usuario pueda desmontar y reparar de fácilmente para promover la cultura de la reparación.
«El mundo es lo suficientemente grande para satisfacer las necesidades de todos, pero siempre será demasiado pequeño para satisfacer la avaricia de unos pocos.» Doors of perception, John Thackara «Acabar con la Depresión mediante la Obsolescencia Programada» (en inglés), Bernard London, 1932