El Instituto Nacional francés de Investigación Agronómica (INRA), en colaboración con el Centro de Cooperación Internacional de Investigación Agronómica (Cirad), ha publicado recientemente un informe en el que se analiza la cuestión de la subsistencia alimentaria de los seres humanos hasta 2050. El estudio, que comenzó en 2006, responde a dos situaciones o escenarios: uno de ellos antepone el bienestar inmediato y el otro el desarrollo sostenible. Una de las conclusiones del informe “Agrimonde” es que los países ricos deberán añadir menos carne en sus platos y acabar con el derroche para que sea posible alimentar a 9.000 millones de personas en 2050 al tiempo que se conservan los recursos del planeta.
El informe Agrimonde es el fruto de un trabajo iniciado en 2006. El estudio se centra en la cuestión de la subsistencia alimentaria de los seres humanos hasta 2050, cuando el planeta albergue a 9.000 millones de personas. En cuanto a la sostenibilidad, el estudio ve una situación de ruptura que obligaría, en especial a los países más prósperos, a cambiar su modo de vida y sus hábitos alimentarios.
Según Sandrine Paillard, una de las responsables de la unidad de prospectiva del INRA, “Es evidente que el hecho de que yo coma menos no hará que un habitante del Sahel coma mejor. Pero lo que si está claro es que, si todo el planeta sigue comiendo tal y como lo hacemos en estos momentos, especialmente en lo referente a la carne, la presión sobre los recursos naturales será insostenible”.
Reducir la disponibilidad de calorías diarias.
En el escenario basado en el desarrollo sostenible, los investigadores estiman que las 3.000 kilocarías cotidianas se deben repartir de una forma más justa en el mundo. Se debe conseguir frenar la presión sobre los recursos naturales respecto a la situación actual. Para los países del norte, esto significaría reducir la disponibilidad de calorías un 25%, una cantidad que supondría una verdadera revolución de los hábitos alimentarios actuales.

Este “recorte” de la cantidad diaria de calorías se puede conseguir de distintas formas, pero todas ellas afectarían a la cadena de producción y de consumo. Lo primero que se debería lograr es evitar o reducir al máximo las “pérdidas en el consumo” que, en los países ricos, alcanza hasta un 30% del total. Estas pérdidas vienen propiciadas por la cantidad de alimentos que se tiran a la basura debido a que el consumidor confunde la fecha de caducidad con la que aconseja consumir un producto antes para gozar de un estado óptimo del mismo. Por otra parte, para evitar errores y protegerse, la industria alimentaria fija unas fechas de caducidad de los alimentos que no se corresponden con la realidad de seguridad de los mismos. Otro dato que subraya el estudio es la necesidad de que las políticas de salud pública sean más ambiciosas en especial en la lucha contra la sobrealimentación y las enfermedades asociadas. En 2003, 1,3 millones de adultos en todo el mundo sufrían sobrepeso, 400 de los cuales eran obesos. No es necesario comer menos, sino comer mejor y con menos carne: la producción de rumiantes ha aumentado un 40% entre 1970 y 1995. En un escenario sostenible, de las 3000 calorías diarias de que dispone un ciudadano de un país rico, 2.500 deberían provenir de vegetales. Según Sandrine Paillard, “Una dieta basada fundamentalmente en productos provenientes de animales ejerce mucha mayor presión sobre los recursos naturales”.
Estos esfuerzos necesarios para conseguir que la población mundial pueda alimentarse dignamente en 2050, se pueden ver aliviados por el hecho de que para esa fecha, un 20% de la población será mayor de 60 años (actualmente son un 10%) y necesitará consumir menos calorías. El envejecimiento de la población mundial puede contribuir a que se consiga reducir el consumo alimentario en los países ricos.