El actual modelo agrícola no tiene sentido. La agricultura intensiva, industrial, ha perdido el crédito en un mundo que necesita urgentemente un cambio de rumbo medioambiental.
El modelo industrial que domina actualmente la mayor parte del mundo agrícola utiliza poca mano de obra a cambio de consumir mucha energía, mucha agua, pesticidas y demás compuestos químicos de síntesis que agravan el estado de la tierra, del agua y del aire que respiramos.
La industria agroquímica es responsable de gigantescas contaminaciones además de ser el principal valedor de la comida basura. Frente a esta inapelable realidad, la agroecología aparece como una alternativa económica realmente necesaria para contribuir y colaborar con el establecimiento del bienestar a través de una cultura del comer bien y sano y alimentarse con productos frescos de temporada.
Otro factor a tener en cuenta de forma especial es el hecho de que la agroecología crea empleo sostenible y de calidad. Cuando hablamos de empleo sostenible nos referimos al que genera una actividad económica cuyo balance final, sumando aspectos positivos y restando los negativos, sea positivo. Un empleo que sirva para mejorar el mundo yque pueda generar riqueza sin que la propia actividad dañe la tierra, el aire y la calidad de vida de las personas. Un empleo será sostenible si el empleado es tratado sin afán explotador, si el salario está en consonancia con el coste de la vida y si la propia actividad no genera un impacto negativo sobre el medio.
En una Europa herida de muerte por un desempleo sin límites, la agroecología debería ser uno de los temas principales en cualquier debate político internacional. Europa dispone de importantes posibilidades en el sector agrícola debido especialmente a su meteorología, sus suelos, sus productos y al impagable legado que supone el conocimiento ancestral de sus agricultores más mayores.
Estas posibilidades no se han utilizado adecuadamente en parte debido a unas políticas completamente equivocadas dirigidas a favorecer los intereses de la industria petroquímica mediante subvenciones y demás acuerdos que siempre han perjudicado a los pequeños agricultores.

Hasta 2050, la población del planeta pasará de 7 a 9 millones de habitantes. Dos tercios de todos los habitantes vivirán en ciudades. Es por ello que la agricultura de este nuevo mundo deberá diseñarse en el interior de estas ciudades masificadas en las que se encuentran las bocas que se deben alimentar y en las que se dispone de la mano de obra necesaria para desarrollar el nuevo modelo agrícola pensado para alimentar al mundo y no para beneficiarse del hambre.
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Briconatur
Como siempre, muy acertado el diagnóstico e interesante el artículo.