La amenaza del cambio climático ha generado una avalancha global de documentos políticos, sugerencias de soluciones tecnológicas y recomendaciones acerca de diferentes estilos de vida. Lo que todas estas propuestas tienen en común es que su aplicación supondría en casi todos los casos cierta incomodidad social y cuantiosos perjuicios económicos. Sin embargo, una serie de estudios demuestra que, al menos en el plano de la salud pública, este punto de vista está equivocado: si se aplican de forma adecuada, las medidas para combatir el cambio climático pueden por sí mismas suponer una mejoría generalizada de la salud. Una serie de estudios publicados en la revista médica especializada The Lancet muestra que la adopción de unas estrategias de mitigación del cambio climático apropiadas tendría por sí misma unos efectos adicionales e independientes sobre la salud, la mayor parte de los cuales serían positivos.

El documento, publicado con motivo de la famosa cumbre sobre el cambio climático de 2009 en Copenhague, tenía como objetivo que las autoridades participantes en las negociaciones internacionales incluyeran esta visión positiva en sus propuestas. Llevado a cabo por un grupo internacional de científicos de la salud, el medioambiente y otros sectores, cada estudio se centra en un sector en el que las emisiones de gas de efecto invernadero deben reducirse. Estos sectores son: el consumo energético de los hogares, el transporte urbano, la generación de electricidad, la agricultura y la alimentación y las partículas de corta vida. Asimismo, cada estudio analizaba los efectos sobre la salud que la aplicación de las medidas de reducción de emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero supondría en los países más ricos y en los menos industrializados.