Europa se enfrenta a un grave peligro: la importación de EEUU de un técnica de extracción de gas de esquisto terriblemente invasiva y contaminante. A pesar de que algunos defienden esta técnica denominada fracking como la única alternativa viable ante la dependencia del petróleo, muchas son las organizaciones de expertos y las comunidades locales que temen por la integridad de su tierra y de sus aguas en el caso de que se aprobara dicha actividad. Los distintos países de la UE sostienen posturas muy distintas: mientras que en Francia el fracking está prohibido debido a la aplicación del principio de precaución, un país como Gran Bretaña parece decidido a perforar todo su territorio, seducido por una nueva “fiebre del oro”.

La fracturación hidráulica consiste en inyectar a elevada presión una mezcla de agua, arena y sustancias químicas tales como ácido cítrico, benceno y plomo en unos pozos horizontales que se perforan en la roca de esquisto. Este método permite abrir unas fisuras en dichas rocas que después se mantienen abiertas gracias a la arena, lo que permite que el gas salga a la superficie, donde se recoge.
Las preocupaciones de los habitantes locales y las organizaciones de protección del medio ambiente no son infundadas: la toxicidad de los químicos que se inyectan en el subsuelo, la actividad sísmica debida a las perforaciones y la posible contaminación de los recursos hídricos son solamente algunas de ellas. En el Reino Unido, la oposición al fracking crece sin cesar y, a pesar de que la prensa trata el tema como si fuera un hecho incuestionable, lo cierto es que la polémica entre la opinión pública no para de crecer.
El gobierno británico, por su parte, está buscando el respaldo en la UE y justificando su apoyo a la industria extractora mediante el argumento de que sólo con ella podrá cumplir los objetivos de la Unión de reducir las emisiones de CO2 para el año 2030. La Comisión Europea mantiene una posición neutral en lo referente a la energía, dejando a cada nación la toma de decisiones al respecto.
Es pues de vital importancia que los ciudadanos se mantengan alerta e informados sobre una cuestión que nos afecta a todos. Como afirmaba John Sinha, de la Campaña contra el Cambio Climático en Gran Bretaña, “es imprescindible que organicemos protestas y que enfoquemos nuestros objetivos hacia un debate profundo del tema. De lo contrario, acabará por no hablarse de él”.