Hasta ahora, el autismo se tenía por un problema básicamente de origen genético. Sin embargo, investigadores suecos han descubierto que la enfermedad del autismo tiene unos orígenes genéticos sólo en la mitad de los casos, y no en un 80% y un 90% como se pensaba hasta ahora. Por lo tanto los genes son igual de importantes que los factores medioambientales. Los niños, al igual que las mujeres embarazadas, presentan mucha menos resistencia a ciertas sustancias y moléculas químicas que nos rodean en la vida cotidiana. Esta debilidad se traduce en múltiples alteraciones entre las que se debe comenzar a contar el autismo.
Las causas del autismo son mitad genéticas mitad medioambientales. Así lo revela un reciente estudio llevado a cabo en Suecia. Estudios precedentes daban mucha mayor importancia a la herencia genética, y no sin razones pues este mismo estudio también demuestra que los niños que tienen un hermano o hermana que sufre autismo, tienen diez veces más probabilidades de desarrollar ellos mismos la enfermedad.
Estos resultados son fruto de un enorme estudio en el que se analizaron los datos de dos millones de personas en Suecia desde 1982 hasta 2006. De entre los analizados, 14.000 padecían autismo. Esta enfermedad la padece una de cada diez personas en el mundo. En Estados Unidos el porcentaje asciende hasta una persona de cada sesenta y ocho. Los científicos mostraron su sorpresa ya que no se imaginaban la importancia de los factores medioambientales en el autismo.
Según los autores del estudio, existen muchas probabilidades de que el niño adquiera la enfermedad en el vientre de su madre. Para los científicos, los factores que pueden desencadenar el autismo son las complicaciones en el parto, las infecciones maternales y los medicamentos que la madre haya tomado antes y durante el embarazo.