La ciudad estadounidense de Detroit lo está pasando mal. Sus escuelas están cerrando, sus empleados públicos están siendo acusados de todo tipo de delitos, desde el robo del dinero destinado a los comedores escolares hasta chantajes. Y el empleo remunerado es inexistente. El modo de vida americano se esfumó poco a poco propiciando miseria y necesidades.
La destrucción económica que sufre esta ciudad del estado de Michigan ilustra para muchos el ejemplo de la sociedad post-capitalista del futuro, el fin del sueño americano.
La industria del automóvil fue una de las claves del desmantelamiento del transporte público en favor del automóvil particular, cuando los raíles de trenes dejaron de instalarse para dar paso a las autopistas.
Este hecho también provocó un aumento de la urbanización de las tierras, lo que a su vez llevó a una dependencia aún mayor del automóvil. Mediante la estandarización de los métodos de fabricación de los coches y la diferenciación de los chasis, la industria logró que las distintas capas sociales se identificaran con los distintos modelos y que el hecho de tener un coche mejor se relacionara directamente con ser una persona de éxito.
Las relaciones sociales capitalistas y el consumo definieron durante esta época la ciudad de Detroit.
El problema vino cuando la industria puso su énfasis en los grandes todoterrenos denominados SUV, enormes consumidores de combustible: con el aumento de los precios del petróleo a partir de los años 70, los ciudadanos empezaron a demandar automóviles más pequeños, de menor consumo, importados de fuera. La industria de Detroit no pudo competir y, debido a que la ciudad era completamente dependiente de ella, todo se fue a pique.
La historia de Detroit deja una ciudad arruinada, cuyos ingresos por impuestos casi han desaparecido, que no provee a su población de los servicios sociales necesarios, donde el 48,5% de los niños viven por debajo del umbral de la pobreza y el 47% de los adultos son analfabetos.
Sin embargo, los habitantes de la ciudad no se han quedado de brazos cruzados: su sistema de agricultura urbana está haciéndose famoso en el mundo entero, creado como respuesta al cierre de las tiendas y supermercados y al creciente número de solares abandonados de la ciudad, y ante la negativa de los servicios públicos de mantener en buen estado dichos solares.
Por otro lado, ante la falta de liquidez, los pequeños negocios locales no han tenido más remedio que pagar a sus empleados en especie, lo que ha llevado a estos a colaborar de forma activa en la creación de huertos comunitarios para poder consumir alimentos frescos.

Extracto de la entrevista de Julien Temple, director de «Requiem for Detroit», con el diario británico Guardian
Detroit ilustra el ejemplo de un desastre provocado por el hombre y muestra cómo sus habitantes pueden salir a flote mediante una actitud positiva y poniendo en práctica las teorías sobre sostenibilidad, retomando la actividad agrícola que sus familias abandonaron para abrazar la promesa de riqueza y libertad que les ofrecía el trabajo en la ciudad. «El sueño americano ha muerto», afirma una habitante de Detroit en el documental «Requiem for Detroit», «y nosotros estamos creando un nuevo sueño americano basado en la esperanza».