La mitad de la población mundial ya vive en ciudades y la cifra no para de aumentar. Sin embargo, los núcleos urbanos en la actualidad apenas producen un pequeño porcentaje de los alimentos que se consumen en ellos, lo que los hace altamente dependientes del transporte y, por ende, de los combustibles fósiles. Ante la delicadeza de este sistema tan alejado de la soberanía alimentaria, y mientras parece que los políticos aún no se han dado cuenta de la importancia de empezar a cultivar alimentos en las ciudades, algunos ciudadanos empiezan a reaccionar y han tomado el azadón por bandera.
Según datos de la ONU, más del 50% de la humanidad vive en ciudades, y esta cifra continúa aumentando. Sin embargo, los centros urbanos están lejos de ser autosuficientes en cuanto a alimentos se refiere: sus habitantes dependen del flujo de camiones que transportan alimentos y, si ese flujo se detuviera, ya fuera por una crisis petrolera, una guerra local o un desastre como las inundaciones que tuvieron lugar a finales de 2010 en Queensland, Australia, en tres días se quedarían sin alimentos y empezarían las hambrunas. “Los planificadores urbanísticos son unos completos ignorantes en cuanto a las necesidades del ser humano para su supervivencia… Las ciudades están preparadas, por ejemplo, para el abastecimiento de agua, pero no así para el de alimentos”, afirma Julian Cribb, autor del libro “The Coming Famine” (La Hambruna que Viene). Si las ciudades lograran volver a producir el 20%, 30% o incluso el 40% de los alimentos que se consumen en ellas mediante la utilización de los espacios disponibles, tendríamos una agricultura y unas ciudades más sostenibles”, dice Cribbs. Y, mientras las autoridades políticas siguen sin reaccionar, Michael Mobbs, residente del barrio Chippendale de Sydney, Australia, ya se ha puesto manos a la obra: “Trabajaba como abogado medioambientalista y veía cómo se estaban aprobando un montón de leyes sobre protección del medioambiente, pero este seguía empeorando. Así que me decidí a poner en práctica toda esa teoría”.
Tras lograr la autosuficiencia de su hogar (en 1996 decidió “extraer todo el agua y la energía que consumía del sol y el cielo”), Mobbs se dio cuenta de que, aunque su casa era sostenible, su despensa no lo era: “Mi casa ahorra unos 100.000 litros de agua al año, pero alimentarme con la típica dieta australiana implica el consumo de unos 100.000 litros de agua cada 10 días. Me di cuenta de que tenía que cultivar mis propios alimentos y, como mi casa era pequeña, me vi obligado a salir a la calle”. Y eso es lo que hizo. Salió a la calle, y todo lo que plantaba, se decía, serviría no solamente para alimentarle: podría mostrar a los niños y a todos aquellos que tuvieran curiosidad de dónde provienen los alimentos. Pronto se dio cuenta de que no estaba solo: sus vecinos quisieron unirse a su proyecto y, ahora, el barrio de Chippendale cuenta con seis bloques en los que se plantan alimentos; un compostador comunitario para los 4.000 residentes; más de 200 árboles frutales; hierbas y plantas en las 32 hectáreas que ocupa el barrio. Este es sólo el comienzo, en especial ahora que el ayuntamiento de Sydney ha reconocido el valor de plantar alimentos en las calles. Ahora, ambos están colaborando para hacer de Chippendale un barrio sostenible en el que el cultivo de alimentos sea la base sobre la que gira el proyecto: “vamos a pintar las calles del barrio para lograr un enfriamiento de unos dos o tres grados; vamos a cultivar especies autoirrigantes en las medianas, de forma que den sombra en las calles; también queremos ser la primera granja urbana comercial”, afirma Mobbs. Como el espacio escasea en Chippendale, la granja urbana de la que habla, que producirá 33.000 kg de hortalizas y 10.000 kilos de pescado, se instalará en las cubiertas de los edificios. El proyecto, que se espera llevar a cabo en los próximos 10 años, podría lograr que el barrio produjera de 40% a 50% de todos los alimentos que consume, lo que implica un enorme aumento si lo comparamos con el actual 10%.
Michael Mobbs tiene un blog en el que narra su aventura en los últimos 15 años en su casa autosuficiente.